Foto: Gustavo Zamora (El Observador) |
Primera parte: Carrasco, aprendizaje, Torres, Universalismo Constructivo
Usted se crió en Carrasco entre cuadros y pintores
Es cierto. En mi casa había muchos cuadros y en las casas de los amigos de mi padre. Mamé mucho el arte bueno del taller Torres. En casa había cuadros de Joaquín Torres García, Augusto Torres, Francisco Matto, Juan Storm, Gonzalo Fonseca. Crecí rodeado por esos cuadros. Me impactaron mucho. Se puede decir que me formé mirándolos y entendiéndolos. Nací en el Prado. Mi abuelo Young que era jurado de caballos criollos vivía en una casa pegada a la rural del prado así que cuando me hacía “la Rabona” del colegio, nos íbamos a ver los caballos y otras veces lo acompañaba a él a jurar. ¡Qué épocas que eran, los años 60tas! Nos íbamos en bondi escapados de la escuela hasta el Prado a ver los caballos. También había muchos cuadros en lo de mi abuelo. Luego nos mudamos a Carrasco. Nuestra casa estaba en la Calle Divina Comedia 1618 frente a lo de Maneco Flores Mora. En la esquina, vivían los Armad Ugón. Carrasco era diferente entonces, un barrio. Ahora Av. Arcocena parece un mini Av.Gorlero. Está lleno de gente, ruido. Antes era un barrio con gente de todo tipo. Estaba La Mascota, Las delicias, una farmacia, Ultramarinos San Fernando y poco más. Bar García recién se abrió en los 70tas, lo recuerdo porque fui a la inauguración. Las puertas abiertas sin llave, los jardines sin rejas. Uno iba de casa en casa de los amigos. Y así en las casa de los amigos me encontraba con cuadros increíbles que me atrapaban la imaginación, me hacían soñar. Te recalco lo de “barrio” porque eso implicaba que había otra disposición de ánimo en la gente. Había tiempo para sentar a observar un cuadro sin pensar en el precio de mercado. Los amigos de mi padre tenían buen arte en sus casas, yo aprendí de ver esos cuadros. No fui a clases ni nada.
Usted es de la generación de los sobrevivientes del accidente de los Andes.
En el accidente perdí a muchos amigos, especialmente perdí a mi mejor amigo, Diego Storm y también a mi primo Gustavo Nicolich. Nos reuníamos seguido en La Mascota. En esa época era un bar y almacén chiquito. Después de los partidos o de las prácticas nos juntábamos a comer mozzarellas y a charlar. Como te digo, Carrasco era diferente, había mucha menos gente, todo el mundo se conocía, no como ahora que la gente vive aislada y desconfiada.
¿Cuándo fue que se dio cuenta que quería ser pintor?
Fue algo natural para mí. Y como te decía antes, Nunca estudié. Soy autodidacta como dicen.
No hace falta. Lo que tenés que tener es un fuego interior. Si no tenés ese fuego interior no podés pintar, no sos pintor. ¿Qué te va a enseñar el profesor? Lo obvio. Te puede enseñar los primeros pasos, a manejar técnicas, trucos, pero si vos no tenés la pasión dentro, no sabés el cómo decirlo, - que hay gente que ya nace con eso pero hay otros que lo adquieren, porque si lo tenés tapado se puede descubrir con trabajo--, si tenés eso serás pintor aunque te resistas. Yo me di cuenta que tenía un bichito adentro que me llamaba a ser pintor.
En Carrasco había artistas que iban a pintar al taller de Alceu Ribeiro Tajamar. Odile Caubarrere me retrató allí. Era chico yo, me llevó engañado porque me dijo que si posaba para ella me regalaba una pelota de goma y me tuvo 1 mes yendo todos los fines de semana. Al final me dejó pintar el fondo del cuadro y esa vez fue mi primera vez con un pincel. A partir de entonces, me animé a encarar la pintura como algo mas importante para. Tenía 8 años, era 1960.
Mi tío Gonzalo Fonseca decía que a la pintura había que “prohibirla bajo pena de muerte” entonces, el que realmente es pintor lo haría a escondidas y a pesar de todo. El pintor tiene que ser pintor porque está en su naturaleza.
El trabajo del pintor es un trabajo solitario. Está usted y la tela, nadie más. Es su mundo interior se expresa. ¿Es por eso que son tan apasionados los pintores?
Ojo, mira que hay mucho “show off”, mucho circo. El ambiente de la pintura es un mercantilismo despiadado. Tenés que tener muchos años de carretera para darte cuenta de quién es pintor y quién no. Está lleno de mentirosos, de falsos artistas. Como la obra de arte es una mercancía, es un objeto sujeto a la oferta y la demanda y hay gente que mata por eso.
¿Y cómo se puede descubrir a los falsos artistas?
Mirando la pintura, así de simple. No soy quien para juzgar a la persona que pinta pero cuando miro una obra de arte sí me doy cuenta de qué es pintura y qué no lo es. Hay mucho vivo por ahí. Uno ve objetivamente por la técnica que usa, los motivos y también por lo que uno siente más allá de la técnica. Pero hay mucho trucho, mucho trucho. Hay gente que compra de buena fe y “se clava”. Y también están los Marchants que solo se interesan por vender y no cuidan al artista.
¿Usted no tiene Marchants o agentes que vendan su obra?
No, no. Yo soy independiente. Toda la vida fue así. Quien quiera comprar mi obra habla directamente conmigo. No vendo mi obra por el vil precio de la necesidad, no.
Si viene alguien que compra uno de sus cuadros solo porque le combina con el sofá del living, ¿usted se lo vende igual?
Depende, si me cae simpático se lo vendo.
¿Qué significó para usted Joaquín Torres García?
Siempre me apasionó su obra. Torres García ha sido siempre como una biblia para mí. Hasta hoy me apasiono con todo lo que hizo, con sus libros: los abro en cualquier página me quedo fascinado. Para mí fue un Maestro Total, para mí, es el único Maestro que hubo en el Uruguay. Se llenan la boca con otros Maestros pero no hubo otros como Torres. Me marcó en todo. Su libro “Historia de mi vida” siempre lo releo y se lo recomiendo a los pintores jóvenes o a cualquier que ame la pintura. Leés este libro y se te ponen los pelos de punta por todo lo que tuvo que pasar Torres García y con todo continuó pintando y fue el gigante que fue. Es una muestra de lo que significa tener ese “fuego interior” del que te hablaba antes. Y no era solo lo que hacía en su vida si no también la filosofía en sus libros, el Universalismo Constructivo, su modo de encarar la vida. Era un grande a la altura de cualquier Maestro mundial.
¿A su juicio cuál fue el mejor momento de Torres García?
Fueron los años 30, 40. Pero tuvo diferentes momentos muy buenos como durante la época de la Revista Removedor que fue una plataforma para expresar sus ideas aunque era llevada adelante por los alumnos del Taller Torres García. Torres García solo puso alguna nota. Fue a partir de 1945 ya a finales de su vida. Guido Castillos y Sarandy Cabrera escribían en esta revista. Ese momento fue impresionante. Después que se murió Torres sus discípulos se esparcieron por diferentes lugares del mundo.
¿Se puede decir que usted fue discípulo de Torres?
Sí. Soy de la tercera generación de discipulos . La segunda sería la de Juan Storm y Pepe Montes.
Yo estuve muy estrechamente ligado con Matto, fui 20 años a la casa de Matto todos los sábados. Ahí nos encontrábamos con Augusto Torres, Julio Alpuy, Pepe Montes, Teto Leborgne. Empecé a ir con Juan Storm, íbamos juntos. Aprendí mucho charlando con ellos, viendo pintura, reflexionando. La pasábamos muy bien. Me contaban muchas cosas deTorres porque sabían que yo lo admiraba tanto. Aparte, ahí vi los cuadros de Torres en directo, bien de cerca, los toqué. ¡Qué cuadros! ¡Y los dibujos! Era un dibujante excepcional.
¿Tenían olor los cuadros de Torres?
Olor a viejo… olor a óleo viejo.
La obra de Torres se imitó mucho, se transformó en motivos para remeras, sabanas, logos comerciales…
Y sí, es lo que decía, hay mucho “vivo” por ahí. Sí cosas decorativas, constructivos por todos lados. No tienen ni idea de lo que es el tono, la estructura… ¡Los horrores que he visto por la calle! ¡En Bellas Artes, un desastre! En la facultad de arquitectura… he visto cosas hechas que no tienen ni pie ni cabeza. No es fácil hacer un constructivo, ni siquiera para los discípulos era fácil. El universalismo constructivo es como un lenguaje, un lenguaje nuevo que lo que tiene es que en vez de ser en escritura está en el mundo de la plástica. Parte de la Base de una estructura, tono y la idea, el dibujo. El objetivo es alcanzar una armonía especial de estos componentes, que se convierte en una unidad. Luego está la filosofía que puede o no existir detrás del cuadro, diríamos. Se ha escritos libros y libros sobre el tema. Hay una especie de filosofía pero tampoco Torres se metía mucho en eso. Habló sobre el asunto pero no hay que tomarlo tan al pié de la letra. Matto decía: “Torres trastocó el mundo” O sea, el hombre lo agrandó, el barco más chico, y así. Jugaba con los elementos el mundo como si fueran soldaditos de plomo. El mundo lo dio vuelta, en la estructura. El buscaba que el mundo se adaptase a lo plástico, a lo estético. Esa era la premisa: buscar lo estético. Sacaba de un lado, ponía en otro hasta llegar a eso.
¿Cómo sabe cuando un cuadro está terminado, cuando llega a eso?
Te das cuenta porque el cuadro viene hacia ti y no se desparrama para los costados. Queda como sereno el cuadro.
Y usted como pintor, ¿también queda sereno?
Claro, eso le pasa al pintor también. Es la armonía que aparece. Matto decía: “el cuadro queda como que se va para adentro”. En ese momento lo mismo le sucede al pintor: uno ya no se “desparrama” uno se “va para adentro”.
Segunda parte: la lucha contra el Parkinson
Maestro, hace algunos años usted sufre del Mal de Parkinson.
Siempre fui un tipo activo. En mente y cuerpo. Pintor pero escultor y constructor también, me gusta la actividad física, levantar cosas, construir, moverme entre mis obras. Ahora eso ya no lo puedo hacer. Todo empezó con dolores en la columna, lumbago y cervical. Pasé años yendo al médico por la columna y resulta que al final me diagnosticaron Parkinson.
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No, no… La gente se cree que el Parkinson es solo temblor el Parkinson puede ser la ausencia total del temblor: una rigidez. Y ese fue mi caso. Empecé con rigidez. Cuando caminaba por la playa tenía una mano en el bolsillo, la izquierda, ya la tenía sema-rígida y no me daba cuenta. Me pasé años caminando con un solo brazo, digamos.
¿Y en la pintura ya le afectaba?
Sí, aunque soy derecho, el tener brazo izquierdo rígido afecta al equilibrio y muchas cosas más. Te va afectando despacio.
¿Cómo es el tratamiento en Uruguay del Parkinson?
A mí me parece que están muy atrasados acá. A pesar de lo que dicen en la tele y en las radios y las propagandas del gobierno. La forma de encarar la enfermedad y a los pacientes es muy anticuada. Estamos muy lejos del primer mundo. Es algo mental más que tecnológico. No se sabe nada del cerebro. Lo único que hacemos es farmacología que tiene muchas contraindicaciones que a la larga agudizan la enfermedad. Te empiezan a dañar los riñones, el estómago, etc.
¿Y el trato personal de los médicos con el paciente?
Por suerte, ahora tengo una doctora muy buena, bárbara. Ella sabe escucharme y me ayuda mucho.
Pero en general, los médicos deben humanizarse más. No escuchan la paciente. El paciente es quien verdaderamente sabe lo que tiene, o lo intuye. Claro, yo los entiendo porque la vida de los médicos es difícil en el sentido que tienen 15 minutos para cada paciente y ven a cientos por día. Así nos e puede atender bien a nadie. Por eso, al ver que la medicina acá no te ayuda mucho yo digo: si no hacés algo por ti mismo, nadie te lo va a hacer. El paciente tiene que explorar, estudiar, buscar tratamientos. Los médicos hacen recetas, un par de frases, explican a medias y buenas tardes, el que sigue.
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Y en el plano emocional, ¿Cómo le ha afectado la enfermedad ya que usted pasó e ser un hombre activo a ser prácticamente un discapacitado para la sociedad?
Estos últimos 2 años he pasado horrible. Probando medicamentos, tratamientos, etc. Los médicos prueban con uno. He sufrido espasmos, noches enteras en vela o durmiendo apenas una hora. Ahora por ejemplo, estoy probando un remedio que es para la fibromialgia y me deja la pierna temblequeando horas y horas y horas… Me acomodó un día o dos pero ahora me está provocando síntomas nuevos.
¿Puede pintar?
Este último año no he pintado mucho. No he pintado porque no tengo deseos. La enfermedad me tira abajo.
Claro porque su mente está tan activa como siempre imaginando cuadros y escultura…
Pero no puedo ni escribir. Uno no tiene más remedio que bancárselo.
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Claro, porque es mi mejor hora, son las 9 de la mañana. Al avanzar el día voy empeorando y al llegar la noche soy un desastre. Cualquier emoción me hace temblar como una hoja. Creo que en eso influye la farmacología. Los remedios te dejan hipersensible entonces se te disparan los temblores.
¿La alimentación es importante?
Las proteínas compiten con la Levodopa para entrar al cerebro.
Debo tomar la levodopa lo más limpio posible y antes de comer.
¿Pero a pesar de las limitaciones que le impone su enfermedad, “el fuego interior” está en usted, lo siente todavía?
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¿Qué consejo les daría a otros pacientes de párkinson para que puedan enfrentar mejor la enfermedad?
Que atrasen lo más posible el consumo de pastillas.
En lo posible, tratar de hacer una vida lo más sana posible. Y si tienen cualquier tipo de fuego interior que se aferren a él y que no dejen que se extinga jamás.
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