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miércoles, 20 de septiembre de 2017

“Espanta ver cómo llevan a la gente marcando el paso hacia la muerte”

VIERNES, 2 DE ABRIL DE 2010


Entrevista con Arturo Pérez Reverte en Montevideo: “Espanta ver cómo llevan a la gente marcando el paso hacia la muerte”

de la sección Espectáculos de  EL OBSERVADOR

Entrevista
ARTURO PÉREZ REVERTE, escritor

Arturo Pérez Reverte es un hombre enérgico, un luchador y apasionado por la vida. Estuvo en Montevideo promocionando su novela La piel del tambor , que en España ha vendido más de 350.000 ejemplares. El escritor y ex-cronista bélico explicó a El Observador su visión sobre los horrores de la guerra, la literatura contemporánea y el futuro del mundo.

Por EDUARDO PAZ CARLSON

Usted estuvo cerca de la guerra, ¿Qué explicación le encuentra?

El ser humano tiene dos lados, uno oscuro y otro luminoso, y frecuentemente, el lado oscuro se impone al luminoso. Hay otra cosa que se llama memoria, que es útil, necesaria y nos permite saber quiénes somos, de dónde venimos y qué estamos haciendo aquí. Pero, cuando la manipulan, es muy peligrosa. Entonces hay canallas, poderosos, gobernantes, ideólogos, políticos, que utilizan los rincones oscuros de la memoria de la gente para manipularla: resucitar viejos fantasmas: “Tu abuelo fue violado por un serbio”, “a tu madre la mató un croata”, “tu bisabuelo me quiso quitar el agua del río”. Cuando no hay unos conocimientos que permitan al hombre defenderse de esa agresión ideológica a través de los medios informativos, cuando el hombre queda indefenso y huérfano ante esa memoria hecha arma contra él, entonces se vuelve peligroso. La conclusión que he sacado de una vida como reportero de guerra, de ver durante 21 años guerras, es que lo peor es la ignorancia aliada con la memoria y la manipulación cobarde e interesada de que nos hacen objeto continuamente la gente que tiene mecanismos de poder.

¿Vale la pena morir por un ideal?

¡A veces hay que pelear también! El pacifismo no siempre es bueno. ¡Uno no puede dejarse degollar como cordero, uno tiene que pelear! Uno tiene que saber pelear muy bien por su guerra y no por la de otros, no por lo que te dicen, por la bandera que un tipo ha diseñado, sino por lo que tú crees que vale la pena.

¿Y cuándo es la guerra de uno?

Lo que pasa es que no todos los ideales son ideales. Nos venden ideales producto de diseño y laboratorio. Yo puedo ser capaz de matar por mi hija, por mi familia y por mis amigos o mi tierra, y si un día viene un tipo y me dice “ahora vais a hablar francés y a comer en francés o vais a comer hamburguesas y vais a hablar en gringo”, bueno, me echo al monte y peleo y me llevo por delante a doscientos gringos. Y otra cosa es que un tipo me diga “no, es que tú eres blanco y el otro es negro y los negros no son buenos o malos”, o que me digan la “la patria exige de ti que mates al enemigo” y tú tengas que marcar el paso. No, a mí no; estoy harto de ver banderas, himnos nacionales, de ver como llevan a la gente marcando el paso hacia cementerios llenos de cruces de madera.
En Sarajevo enterraban a la gente en los campos de fútbol porque no había ya tierra en los cementerios. Estoy tan harto de ver esas cosas que cuando oigo “ la patria exige diez sacrificios” se me abren las carnes y pienso: “A ver qué nueva canallada me va a pedir la patria que yo haga por ella”.

Pero, ¿qué es la patria?

La patria verdadera es una cosa mucho más simple. Puede estar en la memoria de un olor de la infancia, en un hijo que te mire, en un vecino con el que tomas una copa y lo demás son milongas pamperas, o como le digan aquí. Esto lo tengo claro porque yo he estado en la guerra, 21 años allí dentro. Nadie me lo ha contado.

¿Recuerda algún momento terrible de la guerra?

Yo en la guerra lo pasaba peor cuando veías morir a los niños y a los animales. Los soldados saben que pueden morir y las mujeres adultas saben que están expuestas a ser violadas. Pero un niño te mira y dice “¿por qué me han dejado las tripas afuera?” o
“¿por qué han matado a mi madre?”. Te está mirando con esos ojos que te están diciendo: “Vosotros, los mayores, me habéis hecho daño, ¿por qué?”. Y uno sabe que no puede explicárselo. En mi libro Territorio Comanche cuento el horror y la tristeza que sentí por un perro con una pata rota por una esquirla de metralla arrastrándose por Beirut durante una batalla. Cuando el animal nos divisó vino corriendo desesperadamente. Iba detrás nuestro, cojeando, y yo le tiraba piedritas y le gritaba que se fuera; no soportaba su mirada de sufrimiento. Después lamenté no pegarle un tiro; el pobre estaba desahuciado.

¿Por qué decidió ser cronista de guerra?

Yo no quería ser corresponsal de guerra; yo quería vivir aventuras. De pequeñito leía con pasión y entonces, al final, quieres hacer lo que has leído. A mí me educaron para otro tipo de vida, pero quería que me pasaran cosas, quería vivir esas cosas que había vivido en los libros. Un día me embarqué en un petrolero, navegué por el mundo y luego fui a la guerra porque suponía que la guerra era una aventura apasionante: y lo era, pero también era muchas otras cosas que descubrí después. Y me enganché. La guerra es un espectáculo fascinante de lucidez de conocimiento de la condición humana. Junto a lo malo está lo bueno. En ella maduras con rapidez, ves cosas que otros no verán jamás, como dice Nexus 3 en Blade Runner . Me fascinó la lucidez dolorosa y terrible, pero utilísima que te da el ver al ser humano haciendo lo mejor y lo peor de que es capaz.

¿Por qué dejó de hacerlo?

Lo dejé porque hay un momento en el que como periodista, vas acumulando preguntas sin responder. La pregunta fundamental es: ¿por qué una mujer hermosa con 18 años es violada por un batallón y luego la degüellan? o ¿ por qué un niño muere quemado tras 10 días de agonía y un general asesino y millonario muere con 100 años en la cama y le hacen un monumento en su pueblo? ¿Quién nos gasta estas bromas horribles?
Pensé que, como los libros habían sido el origen de mi pasión por la aventura y me habían llevado a la guerra tal vez estaban en ellos las respuestas. Pensé que quizá escribiendo podría ordenar un poco ese mundo de guerras en el que había vivido tanto tiempo.

En apenas dos años usted se ha transformado en el escritor español más vendido en el mundo. ¿Cómo ha vivido el arrollador éxito de sus novelas?

Hay una cosa sobre el éxito: cuando un general romano mataba a cinco mil enemigos en batalla tenía derecho al triunfo, o sea, iba por Roma con las cuadrigas, los esclavos y la púrpura del emperador; pero llevaba detrás a un esclavo que le sostenía una corona de laurel sobre la cabeza y le susurraba al oído: “Recuerda que eres mortal”. En mi vida profesional he visto muy de cerca lo mortal que somos. He visto mujeres muy hermosas venderse por un paquete de cigarrillos, he visto a poderosos que hasta ayer mandaban mucho pedir llorando y de rodillas que no los mataran. La vida es una serie de finales hasta el Final, con mayúscula. El saber que todo puede terminar de golpe y salvajemente me permite vivir valorando más las cosas. Además yo soy marino, sé lo que es el mar. Navegar es estar esperando todo el tiempo que el mar te haga una faena. Ese estado de vigilia permanente que me ha dado la mar lo aplico a mi vida normal. Entonces, el éxito lo tomo con calma porque sé que eso se termina igual que viene.

¿Podría adelantarnos el argumento de su novela El Capitán Alatriste, coescrita con su hija Carlota?

Este es un libro diferente a los otros; lo he escrito para recuperar un poco los libros de aventuras que leí cuando era jovencito. Trata de un espadachín, un capitán de los tercios de Flandes, que ha sido herido en batalla y vuelve a España. Como no consigue trabajo se alquila como mercenario para trabajos sucios. Se busca la vida en el Madrid de los Asturias del siglo XVII.. Te encuentras con Quevedo, Lope, es el Madrid de emboscadas, donde las comedias de los teatros terminaban a las cuchilladas. Es un poco recuperar esa época, que explica muy bien la España actual, lo es ahora. Una forma de implicar a mi hija en una aventura literaria de este tipo fue pedirle que se ocupara de la documentación de las costumbres de esa época. Ella realizó una importante labor logística en esta novela.

¿Cuáles escritores destacaría del ambiente literario español?

En España hubo una especie de secuestro de la literatura en manos de algunos críticos y escritores que no tenían nada que decir. Hacían y apoyaban una literatura absolutamente aburrida y vacía. Ellos sostenían que las élites eran lo único que valía. Por esto la gente desertó de la literatura. El peor pecado es aburrir. Pero esto por suerte se acabó y desde hace unos 15 años hubo un resurgimiento de lo que es la literatura que cuenta cosas a la manera de siempre y la gente ha vuelto a leer. La literatura tiene la obligación de ser entretenida aunque sea profunda. En este sentido destacaría a Juan Marsé, Almudena Grandes o Antonio Muñoz Molina, por ejemplo.

¿Qué consejo le daría a los jóvenes que quieran escribir?

Que lean y que la papelera es el mejor amigo. Practicar y practicar y sin ninguna prisa, que ya va a llegar, y si no llega tampoco pasa nada. Y tener humildad profesional, porque sólo se es eficaz en su trabajo siendo humilde, aprendiendo de gente que sabe hacerlo bien. Cualquier martillo que quieras inventar existe ya. Es más práctico irte a la tienda y comprarte el mejor martillo y utilizarlo para clavar clavos si lo que realmente quieres es clavar clavos. Si lo que quieres es que tus amigos digan qué bonito martillo, eso es otra cosa. Usa el mejor martillo para clavar clavos. Ese martillo se llama Galdós, Stendhal, Proust, Mann, etcétera. Ve ahí, sé humilde, escucha y cuando te digas “creo que ya sé” haz tu propio martillo sin ningún complejo, pero sólo entonces. No hay que querer cambiar la historia de la literatura con cada página que escribimos, debemos tratar de contar bien las historias, eso es lo más importante. Si tienes una historia cuéntala de forma eficaz.

Mucha gente afirma que se está viviendo una nueva Edad media y que esa época es la preparación para un nuevo Renacimiento. ¿Qué opina usted?

No, no lo creo. Tras la Edad media fueron posibles muchas cosas que ahora van a ser imposibles. El hombre ya nunca más será inocente. Después de la Edad Media creímos en la ilustración , en el humanismo cristiano, en la evolución del hombre hacia estadios superiores, en la solidaridad, en las barricadas, en la revolución, el comunismo, en el Che Guevara. Creímos que el hombre podría ser hermano del hombre. Ahora el hombre ha perdido todas esas inocencias y no hay nada que se las sustituya. Hemos perdido en este siglo lo que no ha costado 20 ganar.

¿Y qué le espera al hombre entonces?

Nos espera el resultado de la propia estupidez del hombre. El hombre no es nada simpático. No lloraré cuando el hombre desaparezca.

¿Sabe que no se lo creo?

Lo digo en serio. Lo que pasa es que siempre habrá supervivientes, islas, arcas de Noé que seguirán flotando en el mar. Esas arcas de Noé deberán ganarse su derecho a sobrevivir. El hombre como ser colectivo está condenado. Ahora es el tiempo de los seres con minúsculas, de los navegantes solitarios que se van a juntar con otros en grupos para sobrevivir y darse fuerzas unos a otros. Pero la salvación colectiva es imposible. Cada uno quedará librado a su combate individual. El mundo se divide entre los que pelean y los que no pelean. El ser humano deberá pelear o resignarse a ser papilla colectiva. Será una batalla desesperada. Pocos hombres van a sobrevivir, pero los que sobrevivan valdrán muchísimo más que los que habrán caído.

Mediodía del 28 de noviembre de 1996, Bar Anticuario, Montevideo